Aneto, un glaciar moribundo.
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Han pasado veinte
años desde que por primera vez visite la cumbre del Aneto. Por aquel entonces
mi juventud y mi poca experiencia desbordaron todas mis emociones al observar
aquella extensa masa de nieve perpetua, por la que aún se contaban historias de
montañeros desaparecidos en el interior de sus grandes grietas.
Estos días para
volver a recordar aquellos momentos he vuelto a subir el Aneto por su vía
normal y así poder comparar en directo las diferencias con aquel verano de
1992.
Es evidente como se ha
reducido no solo la extensión, sino el espesor de la masa de hielo, aunque mis
datos son por observación, es palpable como este glaciar esta en peligro extremo
de extinción. Prácticamente no se observa movimiento transversal y la
profundidad de las grietas es mucho menor a las de antaño. En el collado de
coronas se observa una profundidad del glaciar de apenas unos quince metros
–punto más elevado del glaciar- y en
este punto se han llegado a medir casi cincuenta metros de profundidad años
atrás. Se observa una clara separación del glaciar entre el collado de coronas
y la parte final de la cumbre, así como de un aislamiento en dos partes del
último tramo de glaciar llegando a la cumbre. Las zonas perimétricas del
glaciar no tienen apenas espesor.
Mi idea inicial era encadenar
la cresta del pico Maldito para llegar hasta el mismo Aneto, pero desisto del
intento después de observar varios desprendimientos por la zona donde intento
escalar. Puedo observar como en la zona intermedia del Maldito, se ha desprendido
un bloque gigante que estaba pegado al permafrost. Un pequeño glaciar colgado
en la parte intermedia de este pico esta provocando desprendimientos que deyectan
directamente sobre el glaciar. El permafrost, esa mezcla de piedra, tierra y
hielo que une las rocas de zonas elevadas de estas montañas glaciares, se está
fundiendo por las altas temperaturas y esta acelerando los desprendimientos de
zonas que antes estaban bien sujetas y compactadas.
Aunque antaño el
peligro del glaciar en verano, era caerse en el abismo de unas de sus profundas
grietas, hoy en día su verdadero peligro se ha convertido en la dureza de su
hielo negro. Las altas temperaturas han fundido el hielo más superficial del
glaciar y aparecen las zonas más profundas y antiguas de hielo, ese hielo de
color negro de altísima dureza. En mi ascensión pude comprobar como diferentes
grupos de excursionistas se exponían, con escasa técnica de cramponaje y piolet
al duro hielo de las últimas rampas de 45º. Y es que la vía normal de esta
montaña, en los días de verano con la mayor afluencia de visitas del año, se
convierte en una vía de mayor dificultad que en otras estaciones donde la nieve
cubre por completo su glaciar facilitando su progresión.
Es cierto que este
2012 ha sido un año catastrófico en precipitaciones sólidas -que se lo
pregunten a las pistas de esquí-, pero aún no siendo así, las cada vez más
elevadas temperaturas y los cortos inviernos no pueden compensar las perdidas
de masa helada de los calurosos y largos veranos que nos precederán.
Me gustaría volver a
visitar de nuevo este bonito glaciar de aquí a veinte años y recrearme en sus
ya casi extinguidas grietas para seguir escribiendo y fotografiando como aún el
último glaciar más meridional del continente europeo resiste a las inclemencias
climáticas de este caluroso siglo.
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