Una ascensión al Aneto

Corría el mes de septiembre del año 1992. Apenas dos meses antes pasamos de visita por Benasque después de hacer unas caminatas, junto a mi novia, por el Valle de Ordesa y Bujaruelo. Tan solo sabíamos que allí se encontraba el pico más alto de los Pirineos... Como alucinado por la atracción de su gran altura y el hecho de que aún existían glaciares, se apodero de mí una obsesión: subir cuanto antes la montaña más alta de los Pirineos.
Para darle más morbo al tema, antes de abandonar el bonito pueblo de Benasque, nos enteramos de que ese mismo verano unos montañeros habían encontrado los restos de una esquiadora, que al parecer había desaparecido hacía veinte años. Según se contaba, desapareció cuando se proponía realizar su descenso en esquís cayendo a una de las múltiples y grandes grietas del glaciar...
Este hecho todavía me produjo una mayor atracción, pues envolvía a la montaña de un misticismo y misterio que despertaba mi instinto aventurero.
Volviendo hacía Barcelona ya estaba dándole vueltas al tema. Cuándo y con quien iría a esa montaña que al parecer era muy peligrosa. Cuando se lo comenté a mi novia, en seguida me dejo claro que ella no sería la que me acompañaría en tal aventura. Por supuesto que tenía mucha razón, ninguno de los dos tenía suficientes conocimientos para manejar adecuadamente todas las herramientas necesarias para una ascensión glaciar llena de terribles y grandes grietas, donde cualquier novato podría caer al interior de su abismo.
Comencé a trabajar y después de comentárselo a varios compañeros, dos ellos se animaron a seguirme en mi proyecto. Todo estaba planeado. Sería en el mes de septiembre.
Conforme se aproximaban las fechas uno de ellos se echó atrás, justificando su ausencia a molestias en su rodilla y que tal vez sería demasiado peligroso para tres novatos... A última hora convencí a mi joven hermano a que nos acompañara, prometiéndole que no nos pasaría nada y que seguro nos lo pasaríamos muy bien.
Era un viernes por la tarde cuando después de trabajar salíamos los tres en mi Seat Marbella a toda castaña para intentar no llegar de noche al Pla de la Besurta. La ilusión era muy grande pues se estaba empezando a hacer realidad mi sueño...
Después de casi no dormir en la "corta noche", nos apresuramos a prepararnos en la pequeña tienda para salir con la luz de la luna hacía el refugio de la Renclusa. Estábamos impacientes y queríamos salir rápido para unirnos a algún grupo experimentado para así no cruzar solos el temido glaciar.
La subida hasta el portillón fue muy rápida, allí alcanzamos a un grupo de tres en los que al parecer un señor había subido varias veces. Nos explicó que en una ocasión se metió en una grieta hasta la cintura y tubo la suerte de poder aguantarse con las manos para no caer en su anterior...
Esto generó muchas dudas en nuestras mentes poco preparadas para objetivos a los que no estábamos preparados... Cruzamos todo el glaciar en diagonal, siguiendo al grupo que acompañábamos e imitando sus pasos con crampones y piolet. El corazón lo teníamos en un puño, pues pensábamos que en cualquier momento la nieve cedería sobre nuestros pies y caeríamos de forma irreversible en las entrañas del glaciar.
Mi compañero comenzó a pagar el esfuerzo por la rápida ascensión y se descolgó del grupo. Mi hermano y yo, no sabíamos si esperarlo o seguir al experimentado grupo que creíamos nos garantizaría el camino adecuado para subir. Al final llegando al collado de Coronas lo esperamos, su estado era de un cansancio infinito, pero tras animarlo conseguimos motivarlo para que llegara al paso de Mahoma...
Se había acabado la nieve, pero ahora nos tocaba trepar por una angosta cresta en la que a ambos lados teníamos un gran abismo. Intenté convencer a mi hermano de que nos siguiera, pero su juventud y su sentido común le hizo desistir de seguirnos por tan afilada y peligrosa arista.
Nos enganchamos como lapas y trepamos sin mucho conocimiento hasta que por fin alcanzamos una cruz gigante clavada en la misma cumbre. En ese momento pensé "con lo que nos ha costado llegar aquí", a quien se le habrá ocurrido arrastrar con todo esto...

Y así es la historia de mi primera ascensión a la montaña más alta de los Pirineos...

Comentaris

Xarly ha dit…
Estimado "loco de la montaña" y no mal interpretes lo de loco,porque todos deberíamos ser "locos" de ahí cada loco con su tema...está claro que ese día que ascendimos al aneto , tú iniciabas ¡como no¡ sin saberlo... un camino que iba a modelar tu forma de vida... algunos no encontramos ese camino...y me refiero a mi y al Sr. que tuvimos que obligar a meterse en el río...ah¡¡ muy discreto por la moderación en tu expresión de que usé el sentido común de no pasar aquella cresta llamada"paso de Mahoma",¡que narices¡ No la pasé porque cuando vi a cada lado los 400 mts de caída me "cagué en los pantalones"...está claro que las exposiciones al vértigo aquel día las descubrí muy bien, de ahí que mis experiencias en montaña rozan la exposición mínima al vértigo...de ahí que cuando salimos en alguna ocasión a la montaña vaya muy pendiente de tu objetivo final...ya que lo tuyo no es ir a recoger amapolas por los valles...en fin hermano...que sigas disfrutando mucho tiempo de este estilo,forma de vida..a pesar de que no le puedas dedicar,seguro,todo el tiempo que te gustaría...en fin que sigamos siendo "locos"de lo que nos guste...aunque solo sean pequeños ratitos...
CISCU CARMONA ha dit…
Locos, eternos locos, así deberíamos estar todos para encontrar nuestro camino hacia lo que nos gusta. No hay nada como hacer lo que nos gusta y sentir la libertad y el placer de hacerlo...

Gracias brother por tu comentario,

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