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Cuando ingerimos un alimento nuestro sistema digestivo lo descompone y transforma sus carbohidratos en glucosa, para usarla de forma inmediata para el consumo de nuestro sistema nervioso central. Este forma de metabolizar los carbohidratos es realizado por el sistema de corto plazo y es el páncreas el responsable de segregar la hormona insulina para convertir el exceso de glucosa –que no necesitamos- en glucógeno. El glucógeno es un carbohidrato complejo y insoluble que almacenamos en el hígado y en los músculos. Cuando nuestro nivel de glucosa desciende, el páncreas segrega otra hormona, el glucagón que tiene una función contraria a la insulina, es decir, metaboliza el glucógeno almacenado, de nuevo en glucosa.
El otro sistema, conocido como de larga duración, se encuentra compuesto por nuestro tejido adiposo (abdomen y piel). Las células de este tejido absorben los nutrientes de la sangre y lo convierten el triglicéridos –grasas saturadas y insaturadas- y así son almacenados. Cuando nuestros niveles de energía requieren nutrientes, nuestras células grasas comienzan a transformar los triglicéridos en combustible.
Los dos sistema de corto y largo plazo entran en funcionamiento cuando estamos en ayunas o bien el de largo plazo cuando hemos agotado nuestras reservas de glucógeno en el hígado y los músculos.
Cuando practicamos deporte de larga duración, debemos de ir ingiriendo de forma adecuada nutrientes, para evitar quedarnos sin glucógeno y pasar a depender única y exclusivamente de nuestros triglicéridos o grasas. En esta ocasión podemos pasar las famosas “pajaras” o mareos por falta de glucosa en el cerebro.
En general cuando comemos carbohidratos los descomponemos en glucosa, pero si hay exceso de glucosa, pasaran a convertirse en triglicéridos.
Las proteínas las descomponemos en aminoácidos que se utilizaran para la construcción de péptidos y regeneración muscular y orgánica. Su exceso también lo transformaremos en triglicéridos.
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