Polémicas a gran altitud


Últimamente estamos asistiendo a un debate mediático donde los diferentes medios de comunicación especializados en los deportes de montaña están divulgando de forma amplia muchos de los acontecimientos polémicos ocurridos en el mundo del himalayismo, rescates, falta auxilio, estilos de ascensión, etc. Y digo himalayismo y no alpinismo, porque aunque en ocasiones lo asemejamos no siempre es así.  Ambas son dos especialidades diferentes pero con la peculiaridad de que el himalayismo proviene del deporte madre que es el alpinismo. Por lo tanto cuando en ocasiones decimos que algunos himalayistas van a ascender ochomiles por sus vías normales con oxígeno, cuerdas fijas, porteadores de altura e incluso guías, criticamos que no son verdaderos alpinistas.

Todo esto es cierto, pero debemos de diferenciar que es otro estilo, otra forma de ascender montañas, en las que su mayor dificultad es ascender en un ambiente hipóxico, con una baja presión de oxígeno donde el organismo humano experimenta unos cambios biológicos y fisiològicos que producen alteraciones en su funcionamiento normal, donde es posible que aparezcan patologías relacionadas con el MAM –mal agudo de montaña-.

Pero tampoco olvidemos que también existen verdaderos himalayistas-alpinistas que prescinden de todo lo anterior y deberían tener un reconocimiento diferencial respecto a los primeros.

En relación a las diferentes polémicas sobre el uso de fármacos, sustancias dopantes o oxígeno que facilitan la aclimatación y evitan o minimizan los posibles edemas cerebrales o pulmonares u otro tipo de patologías que se producen en una altitud extrema, sería conveniente la creación de un código ético o normativa donde los deportistas de élite que se dedican de forma profesional cumplan estos requisitos para poder validar sus ascensiones.

Después existe el resto de practicantes no profesionales de himalayistas que no deberían estar sometidos a ningún tipo de control. La comparación es muy pedagógica si la comparamos con los ciclistas profesionales del Tour de France y de los aficionados que en su tiempo libre se dedican a recorrer la etapas y puertos del Tour… Es evidente que si los segundos toman algún tipo de sustancias dopantes no serán sometidos a ningún tipo de control…

Es cierto que los tiempos han cambiado y antes el alpinismo estaba reservado para solo unos pocos elegidos que destacaban por sus capacidades tanto físicas como psicológicas, donde aceptaban el riesgo intrinseco de sus actividades. Hoy el mundo globalizado y acomodado del primer mundo dispone de medios económicos y técnicos que han acabado convirtiendo en un negocio algunas de las actividades antes llamadas alpinisticas y ahora transformadas a otras variantes más deportivas donde se exigen responsabilidades civiles, penales cuando se cometen errores.  Pero esto es así y no lo vamos a cambiar -todos tenemos derecho a disfrutar de la forma que más nos guste-, tan solo falta que aprendamos a diferenciar para no mezclar las cosas.

Por lo tanto, también sería conveniente que los medios de comunicación aprendan –ya lo saben- a seleccionar y a destacar el reconocimiento de actividades adecuadas a estos principios éticos y destacar las actividades verdaderamente alpinísticas de las que no lo son. Está claro que no hay que desmerecer ninguna actividad, porque subir a un ochomil por cuerdas fijas, oxígeno y porteadores de altura también exige un gran esfuerzo y un riesgo muy elevado, debido a la gran cantidad de factores relacionados con la hipóxia extrema, donde cualquier error o disfunción fisiológica puede tener un resultado fatal.

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